4.10.12

Aventureros sórdidos, viajeros y solitarios

El escritor chileno Luis Sepúlveda y el fotógrafo argentino Daniel Mordzinski recorrieron juntos la Patagonia y escribieron un libro sobre la pérdida

CAMBIOS. Es la primera vez que se publican en libro las fotos de paisajes tomadas por Mordzinski./Revista Ñ.
Luis Sepúlveda y Daniel Mordzinski son dos amigos que un día decidieron emprender un viaje por el sur de la Argentina y Chile. Aprovechando la
complementariedad entre las profesiones de ambos (Sepúlveda es escritor y Mordzinski, fotógrafo) tenían como objetivo realizar un libro de crónicas y fotos a partir de la experiencia de ese viaje. El plan era ambicioso: comenzaríanen Bariloche, bajarían hasta el Cabo de Hornos y  regresarían por la Patagonia chilena hasta la Isla Grande de Chiloé, recorriendo en total unos 3.500 kilómetros. Del plan a la práctica, sin  embargo, el itinerario quedó reducido a unos cientos de kilómetros, y el libro que los dos amigos imaginaron a mediados de la década del  noventa se fue escribiendo lentamente.
Permaneció durante mucho tiempo, como señala Sepúlveda en el prólogo, en formato oral, como tema de conversación entre los dos amigos y sus familias, hasta que hace cuatro años finalmente pudieron terminarlo. Esta brecha, tal vez no del todo involuntaria, entre el momento del viaje y el momento de escritura y publicación, se convierte en un elemento funcional dentro del libro. Sepúlveda la utiliza como herramienta para  hacer verosímil la idea (un tanto hiperbólica o mítica) de la pérdida o de lo perdido, que es central en el libro. Así, como señala en el prólogo: “Este libro nació como la crónica de un viaje realizado por dos amigos, pero el tiempo, los cambios violentos de la economía y la voracidad de los triunfadores lo transformaron en un libro de noticias póstumas, en la novela de una región desaparecida. Nada de lo que vimos existe tal como lo conocimos. De alguna manera fuimos los afortunados que presenciaron el fin de una época en el Sur del mundo”.
Huellas de lo que se desvanece
Registro de un viaje ocurrido en medio de la década neoliberal, escrito a lo largo de los años y publicado quince años después, el libro es fiel, en su espíritu, al contexto en el que fue concebido. Refleja un mundo que funciona como resta o sustracción permanente (por el paso del tiempo pero también por los “cambios violentos de la economía y la voracidad de los triunfadores”) y donde el viaje se justifica como registro de las  huellas de lo que se desvanece, o de aquello que sobrevive marginalmente, tras haber perdido la batalla. Contiene once historias, casi siempre surgidas del azar de los encuentros generados a lo largo del viaje. En Bariloche, por ejemplo, el escritor se encuentra en un bar del centro con un  tataranieto de David Crockett, y de camino al Maitén se topan con el “Tano”, un luthier en busca de un pedazo de madera con el que fabricar un violín. Se retoma, también, alguna leyenda ya conocida, como el caso de la historia de Butch Cassidy y Sundance Kid, y en “El duende” Sepúlveda retrabaja, en clave más bien humorística, las historias de duendes típicas de la zona, a partir del retrato de Coco, un personaje de aspecto similar a uno de esos personajes míticos, que deambula por el Bolsón pidiendo cigarrillos y cerveza. En contraste con este tratamiento  irónico del imaginario fantástico, en “La señora de los milagros”, retrato de una anciana de más noventa años que encuentran viviendo en una  cabaña modesta y perdida, el autor no duda en insertar una nota de realismo mágico: “Con entera naturalidad, Doña Delia repitió el milagro de tomar una ramita seca, acariciar un brote y despertar a la dormida flor de la fertilidad”. Más allá de esta nota puntual, lo extraordinario es la  marca de las historias y los personajes que deambulan por el libro: “En la estepa patagónica se está entre el cielo y la tierra. Esto, sumado a la invariable planicie, permite ver cualquier cosa, objeto o detalle por muy lejos que esté, y todo adquiere un carácter novedoso, extraordinario”.
Los personajes son, con frecuencia, héroes modestos(como los trabajadores de la trochita, que resisten el desguace del ferrocarril) o aventureros sórdidos, viajeros y solitarios, pioneros o descendientes de pioneros, habitantes de una frontera. El encuentro final Una de las mejores historias  del libro, en ese sentido, es la de John Crockett, Jarred Jones y George Newbery, tres aventureros que llegaron a finales de 1880 a la Argentina en busca de riqueza y que terminaron asentándose en la zona como estancieros. Jones y Newbery (que era dentista) se pelearon por una  propiedad y no se dirigieron la palabra durante cuarenta años, hasta que una noche Jones tuvo una fuerte infección molar y decidió visitar a Newbery. El relato termina con la narración de ese encuentro final entre los antiguos amigos: “Jarred Jones sudaba con las manos aferradas al sillón. ¿Duele? –consultó el inglés. –No he venido a conversar– contestó el texano, y nunca más volvieron a hablarse”. En suma, casi todas las  historias del libro son entretenidas y están bien escritas. Su virtud está en circular, modestamente y efectivamente, por una geografía y un espacio que es a la vez mito y realidad, generando en el lector deseos de emprender un viaje.

No hay comentarios: